Texto. Julio Suárez Herrero
La bicicleta era de color azul y blanco, sencilla, pero se convirtió en inseparable para mí y mis excursiones por la isla de Selandia en los años de mi infancia.
Mis amigos Pancho y Claudio de Chile o Max y Jorgen, ambos daneses, me acompañaban en nuestras excursiones hasta el próximo Dyrehavsbakken o al parque de ciervos del Hermitage, escenarios de muchos días de mi estancia en Dinamarca.
He regresado a aquella calle después de muchos años transcurridos desde que dejé de vivir en Dinamarca. El poste sigue allí, junto al seto de mi antiguo hogar. No está apoyada en él ninguna bicicleta. Quizá la mía acabó ,convertida en hierros retorcidos, en alguna chatarrería de Copenhague. De mis amigos nunca volví a tener noticias después de mi partida. Sus vidas o su muerte serán siempre una incógnita para mí.
Me he detenido unos momentos frente a la casa recordando y unos niños han pasado alegres montados en sus bicicletas en dirección a la avenida orillamar. Toda esta escena me hace ser mas consciente que nunca del imparable paso del tiempo.