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viernes, 30 de mayo de 2014

Hoy he tenido buenas noticias








Texto y foto: Julio Suárez Herrero




Cuando recibimos una buena noticia sobre algo que nos preocupa su efecto se multiplica si viene seguido por la generosidad de quien te demuestra su alegría y se identifica contigo. 

Cuando esto sucede sentimos el consuelo de que a nuestra inquietud por la falta de solidaridad en algunas personas responden sin embargo los que tienen el don de los buenos sentimientos.

 Es este pues un mensaje de alegría y optimismo. Y también de agradecimiento por poder disfrutar día a día de cuanto de bueno, generoso y bello existe en este mundo. 

Tenemos la opción de dejar de lado cuanto suponga negativo y contemplar con serenidad desde fuera las pasiones y rencores que mantienen ocupadas a una parte de las personas.

 Hoy al despertar he visto a través de la ventana como caía la lluvia. Quizá mañana haga un día de sol espléndido. A lo lejos, distante de la ciudad, existen las montañas, los valles y tantos paisajes increíblemente hermosos en países con gentes de diferentes costumbres que, al igual que aquí, poseen el tesoro de que muchos de sus habitantes creen también en la concordia y solidaridad entre todos los habitantes de la Tierra.

 Esto es lo que realmente siento que merece la pena y aunque quizá no sea más que un sentimiento utópico contribuye a darme más serenidad, más felicidad y mas paz.

sábado, 10 de mayo de 2014

Personas inolvidables y sencillas que no fueron famosas.







Texto: Julio Suárez Herrero


En la esquina de la calle Hermosilla con Claudio  Coello, enfrente del antiguo teatro Beatriz tenía su diminuto puesto la Señora Angela. Debía haber cumplido ya los ochenta años o quizá muchos más. Sus cabellos eran intensamente blancos y su rostro de una palidez casi transparente  mostraba una gran serenidad y  un permanente esbozo de sonrisa en sus labios.

Debía  tener yo  por entonces cuatro o cinco años. Puedo aún ver en mis manos las monedas de aquella época con las que le pedía a la Señora Angela alguna chuchería. La gente llamaba a la Señora Angela “la pipera”. En aquella época de miserias y privaciones la venta de unas cuanta pipas y caramelos debió ser quizá el único medio con que ella subsistió los últimos años de su vida. 

Murió cuando yo comencé mis años de colegio y, aunque ha transcurrido una eternidad desde entonces, ella  aún vive en mi recuerdo en ese apartado de nuestro cerebro en el que guardamos las cosas que merecen la pena y la memoria de las personas a las  que recordamos con cariño.
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