Fotos y texto: Julio Suárez Herrero
Con la llegada
del verano vuelvo a encontrarme con mi playa. Mía no de propiedad material pero
sí de sentimiento. He recordado en mi
blog anteriormente a las dos islas que guardan la entrada de la bahía. Son las
dos Estelas que, no muy distantes, contemplan cada verano mis paseos por la
playa.
Inevitablemente
se produce el reencuentro con mi viejo amigo Magín.
Aunque él no
se queja he vivido en la lejanía de mi
retiro de invierno los pormenores de su enfermedad de la que finalmente se ha
repuesto. Sonríe al saludarme y caminamos sobre la arena que la bajamar ha
convertido en agradable pista para nuestra ruta hacia el otro extremo de la
playa.
A medida que
nos acercamos al río que cruza el arenal me habla del agradecimiento que siente
por todos los que le llamaron y confortaron con sinceras palabras de ánimo en los
días más difíciles. Habla sin rencor de las personas cuya amistad es sólo de
palabras y no de hechos. De los que esperaba
una bondad que él nunca les hubiera negado de haberles sucedido a ellos.
Pero los
dos coincidimos en que el milagro maravilloso de la vida también nos ofrece
múltiples muestras de solidaridad de muchas otras personas. Ellas son las que
verdaderamente merecen la pena.
Es una bendición
ver tan alegre a Magín. Sé
que los que le quieren estarán felices.
Este nuevo verano pasará y llegarán muchos más. Todavía las dos Estelas habrán de contemplar en el futuro nuevas historias similares a esta.
Mientras escribo estas líneas contemplo como la marea, subiendo,borra un día más nuestros pasos por la playa.