Texto: Julio Suárez Herrero
La historia de Mylkas que tan magistralmente
nos relató Jesús Torbado en “Las corrupciones” influyó notablemente en muchos jóvenes
de los años 60 que se identificaron con el protagonista. Hoy he recorrido de
nuevo las páginas del libro y he captado, al igual que hace cincuenta años, su
tristeza, su filosofía y la lucidez de su mensaje final.
He escrito las líneas que siguen a continuación recordando a
Mylkas:
“En 1965 te ví por última vez en la torre Eiffel. Desde su
altura tu vista se perdía, buscando sin saber qué, entre los edificios y parques de la ciudad. Sentías una tristeza que parecía
empujarte al vacío y volar libre finalmente antes de estrellarte contra el
suelo.
¿Que fué de tu amor Mylkas? ¿ Llora tu alma por haberlo perdido o quizá
tan solo porque has admitido tu derrota? Quizá por el vacío que te produce
haber llegado a la última corrupción: la pérdida de la fe en ti mismo.
Recuerdo aquellas palabras que tu mente te dictaba en aquellos momentos: “ Hasta ahora yo he ido siempre hacia las
cosas: hacia el mar y las montañas. Dejaré desde hoy que ellas vengan a mí para mejor terminar...las
cosas que mueren no existen.....cuanto existe está dentro de nosotros, bueno o
malo...”
En tu peregrinación de juventud por Europa recorriste países
del Norte y al mismo tiempo el camino de lo que tu llamas las tres
corrupciones: la pérdida de la fe en Dios, la pérdida de la fe en los hombres y
finalmente la pérdida de la fe en tí mismo.