Texto y foto: Julio Suárez Herrero
viernes, 30 de mayo de 2014
Hoy he tenido buenas noticias
Esto es lo
que realmente siento que merece la pena y aunque quizá no sea más que un
sentimiento utópico contribuye a darme más serenidad, más felicidad y mas paz.
sábado, 10 de mayo de 2014
Personas inolvidables y sencillas que no fueron famosas.
En la esquina de la calle
Hermosilla con Claudio Coello, enfrente del antiguo teatro Beatriz tenía su diminuto puesto la
Señora Angela. Debía haber cumplido ya los ochenta años o quizá muchos más. Sus cabellos eran intensamente blancos y su rostro de una palidez casi transparente mostraba una
gran serenidad y un permanente esbozo de sonrisa en sus labios.
Debía tener yo
por entonces cuatro o cinco años. Puedo aún ver en mis manos
las monedas de aquella época con las que le pedía a la Señora Angela alguna chuchería. La gente llamaba a la Señora Angela “la pipera”. En
aquella época de miserias y privaciones la venta de unas cuanta pipas y caramelos debió ser quizá el único medio con que ella subsistió los últimos años de su vida.
Murió cuando yo comencé mis años de colegio y, aunque ha transcurrido una eternidad desde entonces, ella aún vive en mi recuerdo en ese apartado de nuestro cerebro en el que guardamos las cosas que merecen la pena y la memoria de las personas a las que recordamos con cariño.
Murió cuando yo comencé mis años de colegio y, aunque ha transcurrido una eternidad desde entonces, ella aún vive en mi recuerdo en ese apartado de nuestro cerebro en el que guardamos las cosas que merecen la pena y la memoria de las personas a las que recordamos con cariño.
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