Texto. Julio Suárez Herrero
Recordando al compositor Joaquin Rodrigo y al escritor danés de bellos cuentos Hans Christian Andersen.
Había algo especial en aquel crucero. Yo lo presentí tan pronto llegué a la amplia sala de entrada que estaba tragando a la larga cola de pasajeros que llegaban de distintas partes del mundo.
El barco tenía una gran plaza en su parte central y allí cada noche diferentes orquestas tocaban mientras bailaban unos pocos pasajeros, en su mayoría de edad avanzada,
Nos sentábamos allí en un pequeño sofá cercano al bar mientras tomábamos unas bebidas de nombre imposible y esperábamos el momento de ir al restaurante para el segundo turno de la cena.
La segunda noche de la travesía me desperté repentinamente. Mi reloj me decía que eran las tres de la mañana.(Yo) Podía oír el ruido de la música amortiguado por la distancia y sentí como si una fuerza desconocida me obligara a ir a la puerta del camarote, abrirlo y caminar a lo largo del interminable pasillo que conducía hasta la plaza central.
No había nadie en el gran espacio donde unas horas antes los pasajeros habían hecho gala de sus dotes para el baile. Yo estaba completamente solo frente a la tarima donde los músicos solían tocar cada noche.
No podía verlos con nitidez, tan sólo unas sombras que parecían tocar y el sonido de la música me rodeaba y me hacía escuchar mi melodía favorita. Las notas del" Concierto de Aranjuez" llenaban el espacio de la plaza y yo las escuchaba mientras mi mente me llevaba hasta años lejanos.
No recuerdo cuando terminó el encantamiento. Me encontraba de nuevo en mi cama en la mañana temprano pero el sonido de la música todavía estaba vivo en mis oídos.
Pasaron dos días más sin que nada sucediera aparte de la rutina diaria. Pero durante la quinta tarde la magia del crucero se mostró de nuevo.
Estábamos en nuestra mesa del restaurante listos para el generoso menú de la cena cuando el inconfundible sonido del trote de un caballo llegó hasta nosotros. Los camareros corrieron hasta la entrada del restaurante y al seguirlos pude ver que estaban ayudando a desmontar del caballo a una mujer con una larga cabellera intensamente rubia y la acompañaban hasta una mesa distante.
Todo parecía normal a los pasajeros sentados en el comedor. Nadie mostraba gestos de sorpresa. Era como si nadie hubiera contemplado aquella escena.
-Es solamente un sueño-escuché decir a alguien.- Un sueño porque los caballos no andan trotando por los cruceros.
No dije nada y sonreí ligeramente porque yo sabía que el caballo y su jinete eran reales porque este era un crucero con magia y todo puede suceder cuando hay magia en un barco.
Link Aranjuez mon amour: www.youtube.com/watch?v=vyi802igGXc
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