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...Estoy en este lugar lejano, este país tan distinto al mío, agobiado por el inclemente sol, sin más salida al exterior de esta ciudad que las interminables extensiones de arena, buscando algo que parece escaparse continuamente.
Ahora, en este momento, en este breve instante de mi vida mientras yo estoy petrificado en el tiempo, hay una vida llena de actividad en las calles de Madrid, en los pueblos y playas de mi tierra. La gente no sabe de tormentas de arena, ni del silencio y soledad del desierto, ni del sol abrasador de estas tierras. No lo sienten pero tampoco lo necesitan. No están empeñados en la búsqueda que me motiva. No tienen el impulso causado por la angustia que siento por haber perdido algo tan importante en mi vida como la mejor unión en amistad con otra persona.
¿Y Alma? Ella también existe en este momento. Ella también recorre las calles de su ciudad, sus lugares habituales allá en la lejana Dinamarca. Quizá ella esté pensando en mí ahora. Me siento culpable por no recordarla con más frecuencia, por no sentirla más dentro de mí.
Siento la necesidad de salir de mi habitación y me sumerjo en las aguas de este mar azul, nadando lentamente mientras el tiempo recobra su marcha y vuelvo a emprender mi camino....
.....................................................................................Hoy me gustaría subir hasta lo alto del monte donde se encuentra el monumento a los náufragos del mar. Otearía el horizonte buscando algún barco en ruta quizá a uno de los paises lejanos que ahora recuerdo.
Oigo rumores de voces que me llegan desde el interior de la casa. No estoy solo ni lo he estado desde que recibí la mala noticia de mi enfermedad. Es una gran ventura tener alguien que te quiere a tu lado tanto en los momentos de tristeza como en los de alegría por saber que has salido victorioso de tu lucha. Es cierto cuanto había oído de que esta enfermedad puede hacer mejor a las personas. A mí me ha hecho comprender el dolor tanto de los que la sufren como el de los que les quieren sinceramente.
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