Texto:Julio Suárez Herrero
Aquellas calles de chalets con pequeños jardines, apenas transitadas ,
silenciosas,
con setos cuidadosamente recortados fueron durante varios años testigos
de mi diario
caminar hasta la estación donde un tren de cercanías me llevaba hasta
la ciudad.
Durante el trayecto solía
sentarme al lado de la ventanilla y contemplar la línea de la
costa que se podía divisar al otro lado del estrecho cuyas aguas
separaban a
Dinamarca de Suecia.
En aquella época, recién cumplidos los
doce años , vivía con mis padres en
Dinamarca. Un día, antes del traslado de toda mi familia a Escandinavia, mi padre
me llamó a su despacho en
nuestra casa de Madrid y me enseñó un libro sobre aquel
pequeño país del Norte de Europa al que, por deseo de su empresa,
pronto nos
debíamos trasladar por algún tiempo.
Mi padre era Ingeniero físico y dirigía el departamento de
investigación de
una importante empresa multinacional dedicada a la fabricación de máquinas
para la
investigación espacial.
Nunca nos hablaba de nada
relacionado con su trabajo pero en nuestra casa
abundaban los libros relativos a cuanto estuviera relacionado con el Universo y los
planetas y no pocas veces me había yo ensimismado leyendo acerca de los
agujeros
negros, las galaxias y el tiempo y el espacio.
La casa en que vivíamos en aquel barrio de las afueras de Copenhague le
había sido facilitada a mi
padre por la empresa que también era propietaria de otro
chalet cercano al nuestro y que estaba deshabitado
.
Una tarde, a su regreso del trabajo mi padre nos comentó que pronto
tendríamos nuevos vecinos. Otra familia ocuparía próximamente el chalet
cercano.
-Tienen un hijo de tu misma edad -me comentó mi padre-y no dudo que pronto
entablaréis amistad.
No debo
negar que me alegró escuchar la noticia. Hasta entonces apenas
había tenido con quien jugar ni amigos
que me acompañaran en mis paseos
en bicicleta.
Yo disfrutaba con aquellos recorridos que solía hacer a través de los
bosque de hayas
o por la carretera que cercana a las orillas del estrecho del Sund
llevaban hasta el
castillo de Hamlet en Elsinor. Al pasar cerca de la playa veía como los
daneses
se hacían la ilusión de tostarse a veces bajo un sol imposible que
parecía querer imitar
al de España. En verano el viento acariciaba y hacía bailar a las
plantas y los
árboles en los campos de un intenso verde esmeralda. Al atravesar algun pueblo oía
más el ruido de los pasos que las voces de la gente y todo daba una
sensación de
un orden que parecía estar dirigido desde algún panel de control
remoto.
Aquellos días que transcurrían plácidamente se veían entristecidos en
alguna ocasión
cuando me cruzaba en la acera de
nuestra calle con el Sr. Larsen que vivía cerca de
nosotros y empujaba la silla en
que su hijo de corta edad y de una extrema delgadez
pasaba junto a mí con la mirada
perdida e inmóvil en el asiento debido a su
enfermedad.
Los nuevos vecinos llegaron a la calle en que vivíamos poco después del
anuncio de mi padre.
Mi encuentro con Emmanuel, el único hijo que tenían, tuvo lugar un día a
mi regreso de
una de mis excursiones en bicicleta por la isla de Selandia. Era algo
más alto y
delgado que yo y no hacía mucho tiempo que también había cumplido los doce
años. Enseguida congeniamos y pronto habría de descubrir su carácter sosegado
y extremadamente agradable en el trato.
No tardamos mucho en compartir nuestras juegos y recorridos en
bicicleta. Un día, al
regreso del cercano parque de ciervos del Hermitage, nos cruzamos con el Sr, Larsen
que se detuvo a saludarnos. Le había hablado a mi amigo Emmanuel
del niño
y que a veces me imaginaba que
yo estaba dotado con tales poderes que le
hacía recobrar su salud y unirse
alegre a nuestros juegos.
Emmanuel se acercó a la silla y
durante unos segundos contempló al niño con una
expresión de ternura en su rostro... Luego sin decir nada continuamos
nuestro camino.
Aquellos días de verano en Dinamarca pronto terminarían para mí pues mi
padre me
comunicó que debía volver a España a proseguir mis estudios. Me anunció que
pronto acabaría su trabajo en la empresa y no tardaría, también
él, en regresar.
Al día siguiente de estas noticias fui a buscar a Emmanuel para
comunicárselo y
manifestarle cuanto me apenaba tener que despedirme de él.
Aquella despedida no pudo ser posible. Emmanuel y su familia ya no
estaban en el
chalet que nuevamente volvía a estar deshabitado.
Aquelló me sorprendió y al
preguntar en casa mi padre me manifestó
desconocer los
motivos de la repentina marcha de nuestros vecinos.
Proseguí mis estudios en España. Mi madre había regresado conmigo a
Madrid y
tanto ella como yo recibimos numerosas postales y cartas de mi padre en
los meses en
que tuvo que permanecer en Dinamarca antes de dar por terminado su
destino en
aquel país. En una de estas cartas mi padre me comunicó que unos días
después de
mi partida había visto al Sr. Larsen pasear hacia la avenida orillamar
con su pequeño
hijo de la mano y que el niño parecía completamente curado y que al
darme esta
noticia mi padre no dudaba que esto iba a ser motivo de gran alegría
por mi parte.
Ahora han transcurridos ya
muchos años de todo aquello. El horizonte de mi vida ya
no está en la lejanía y los recuerdos de la infancia son mas fuertes
que los de mi
pasado más reciente. Paso muchas horas contemplando desde la terraza de
la casa
en que vivo en Galicia el faro y las islas lejanas.Hay una pequeña ría
que se adentra
en el valle rodeado por montañas donde aún corren los caballos
salvajes.
Muchas mañanas en verano bajo a esta
hermosa playa de las Rías Bajas y paseo por su
amplio arenal. Hace ya tres o cuatro años que durante mis paseos me
cruzo con un
señor de mediana edad que empuja una silla donde un niño en su
inmovilidad parece
dirigir al cielo su mirada perdida. En esos momentos y sin saber por
qué me viene con
fuerza a la memoria el recuerdo de aquellos días en Dinamarca y de mi
amigo
Emmanuel del que nunca volví a saber nada......o quizá sí.
----o----
Significado del nombre Emmanuel..."Dios está con nosotros"