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martes, 14 de marzo de 2017

Emmanuel, mi amigo en Selandia.



Texto:Julio Suárez Herrero







Aquellas calles de chalets con pequeños jardines, apenas transitadas , silenciosas,

con setos cuidadosamente recortados fueron durante varios años testigos de mi diario

caminar hasta la estación donde un tren de cercanías me llevaba hasta la ciudad.

 Durante el trayecto solía sentarme al lado de la ventanilla y contemplar la línea de la

costa que se podía divisar al otro lado del estrecho cuyas aguas separaban a

Dinamarca de Suecia.


En aquella época, recién cumplidos los  doce años , vivía con mis padres en

Dinamarca. Un día,  antes del traslado de toda mi familia a Escandinavia,  mi padre

 me llamó a su despacho en nuestra casa de Madrid y me enseñó un libro sobre aquel

pequeño país del Norte de Europa al que, por deseo de su empresa, pronto nos

debíamos trasladar por algún tiempo.


Mi padre era Ingeniero físico y dirigía el departamento de investigación de

una importante empresa multinacional dedicada a la fabricación de máquinas para la

investigación espacial.

 Nunca nos hablaba de nada relacionado con su trabajo pero en nuestra casa

abundaban los libros relativos a cuanto estuviera  relacionado con el Universo y los

planetas y no pocas veces me había yo ensimismado leyendo acerca de los agujeros

negros, las galaxias y el tiempo y el espacio.


La casa en que vivíamos en aquel barrio de las afueras de Copenhague le

había sido facilitada a mi padre por la empresa que también era propietaria de otro

chalet cercano al nuestro y que estaba deshabitado
.
Una tarde, a su regreso del trabajo mi padre nos comentó que pronto

tendríamos nuevos vecinos. Otra familia ocuparía próximamente el chalet cercano.


-Tienen un hijo de tu misma edad -me comentó mi padre-y no dudo que pronto

entablaréis amistad.


 No debo negar que me alegró escuchar la noticia. Hasta entonces apenas

había tenido con quien jugar ni  amigos  que me acompañaran en mis paseos

 en bicicleta.


Yo disfrutaba con aquellos recorridos que solía hacer a través de los bosque de hayas

o por la carretera que cercana a las orillas del estrecho del Sund llevaban hasta el

castillo de Hamlet en Elsinor. Al pasar cerca de la playa veía como los daneses

se hacían la ilusión de tostarse a veces bajo un sol imposible que parecía querer imitar

al de España. En verano el viento acariciaba y hacía bailar a las plantas y los

árboles en los campos de un intenso verde esmeralda.  Al atravesar algun pueblo oía

más el ruido de los pasos que las voces de la gente y todo daba una sensación de

un orden que parecía estar dirigido desde algún panel de control remoto.


Aquellos días que transcurrían plácidamente se veían entristecidos en alguna ocasión

 cuando me cruzaba en la acera de nuestra calle con el Sr. Larsen que vivía cerca de

nosotros y   empujaba la silla en que su hijo de corta edad y de una extrema delgadez 

pasaba junto a mí con  la mirada perdida e inmóvil en el asiento debido a su

enfermedad.


Los nuevos vecinos llegaron a la calle en que vivíamos poco después del

anuncio de mi padre.


Mi encuentro con Emmanuel, el único hijo que tenían, tuvo lugar un día a mi regreso de

una de mis excursiones en bicicleta por la isla de Selandia. Era algo más alto y

delgado que yo y no hacía mucho tiempo que también  había cumplido los doce

años. Enseguida congeniamos y pronto habría de descubrir su  carácter sosegado

y extremadamente agradable en el trato.


 No tardamos mucho en compartir nuestras juegos y recorridos en bicicleta. Un día, al

regreso del cercano parque de ciervos del Hermitage, nos cruzamos  con el Sr, Larsen  

que se detuvo a saludarnos. Le había hablado a mi amigo Emmanuel del niño

 y que a veces me imaginaba que yo estaba dotado con tales poderes que le

 hacía recobrar su salud y unirse alegre a nuestros juegos.

Emmanuel se acercó a la silla  y durante unos segundos contempló al niño con una

expresión de ternura en su rostro... Luego sin decir nada continuamos nuestro camino.



Aquellos días de verano en Dinamarca pronto terminarían para mí pues mi padre me

comunicó que debía volver a España a proseguir mis estudios.  Me anunció que

pronto acabaría su trabajo en la empresa y no tardaría, también él,  en regresar.

Al día siguiente de estas noticias fui a buscar a Emmanuel para comunicárselo y

manifestarle cuanto me apenaba tener que despedirme de él.

Aquella despedida no pudo ser posible. Emmanuel y su familia ya no estaban en el

chalet que nuevamente volvía a estar deshabitado.



 Aquelló me sorprendió y al preguntar  en casa mi padre me manifestó desconocer los

motivos de la repentina marcha de nuestros vecinos.


Proseguí mis estudios en España. Mi madre había regresado conmigo a Madrid y

tanto ella como yo recibimos numerosas postales y cartas de mi padre en los meses en

que tuvo que permanecer en Dinamarca antes de dar por terminado su destino en

aquel país. En una de estas cartas mi padre me comunicó que unos días después de

mi partida había visto al Sr. Larsen pasear hacia la avenida orillamar con su pequeño

hijo de la mano y que el niño parecía completamente curado y que al darme esta

noticia mi padre no dudaba que esto iba a ser motivo de gran alegría por mi parte.


Ahora han  transcurridos ya muchos años de todo aquello. El horizonte de mi vida ya

no está en la lejanía y los recuerdos de la infancia son mas fuertes que los de mi

pasado más reciente. Paso muchas horas contemplando desde la terraza de la casa

en que vivo en Galicia el faro y las islas lejanas.Hay una pequeña ría que se adentra

en el valle rodeado por montañas donde aún corren los caballos salvajes.


 Muchas mañanas en verano bajo a  esta hermosa playa de las Rías Bajas y paseo por su

amplio arenal. Hace ya tres o cuatro años que durante mis paseos me cruzo con un

señor de mediana edad que empuja una silla donde un niño en su inmovilidad parece

dirigir al cielo su mirada perdida. En esos momentos y sin saber por qué me viene con

fuerza a la memoria el recuerdo de aquellos días en Dinamarca  y de  mi amigo

Emmanuel del que nunca volví a saber nada......o quizá sí.
                 
                                          ----o----

Significado del nombre Emmanuel..."Dios está con nosotros"

2 comentarios :

  1. Genial! julio. Me ha encantado! Porque desaparecerían, sin decir. Ada? Y qué raro que siendo tan amigos él no se despidiera de ti. Chus

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