Texto.Julio Suárez Herrero
No se inicia este viaje en un medio de transporte convencional. A un lado quedan
el avión , el tren y el coche. En la tranquilidad de esta tarde de lluvia , sentado
en el sofá de mi habitación, he imaginado que había llegado
a un país hasta ahora desconocido para mí.
Me impresionaron de entrada sus paisajes donde en ningún momento
ví el humo de complejos industriales alzarse
hacia el azul del cielo.
Las calles de sus ciudades eran limpias y los conductores manejaban
sus vehículos con gran corrección sin alterarse ni insultar
en ningún momento a otros usuarios.
Me detuve a conversar con un hombre de avanzada edad sentado
en el banco de un pequeño parque en el centro de la ciudad.
A mis preguntas sobre su país me contestó detalladamente,
dejándome gratamente sorprendido. Gobernaban el país políticos
que nunca les mentían. No existían redactores de periódicos
expertos en publicaciones de índole subliminal.
La demagogia oportunista estaba ausente de las campañas previas a unas elecciones.
Las disputas y rencores familiares por motivos económicos eran inexistentes.
Los periodistas deportivos no exacerbaban el ambiente entre partidarios
de equipos rivales. Y, asómbrense ustedes, la televisión
no programaba nunca programas basura.
Le pregunté si un país así no parecía aburrido a alguno de sus habitantes
ante la ausencia de tanta porquería social.
El me contestó: " Salvo en lo que usted me ha preguntado en casi todo lo demás este país funciona como el suyo. Disfrutamos de nuestros bellos paisajes, de una excelente variedad culinaria y de nuestros deportes y costumbres. Pero amigo, ya va siendo hora de que Usted se despierte pues está en realidad teniendo un sueño imposible".
Abrí mis ojos, me desperezé y poco después volví a las ruidosas calles de mi ciudad y a la aventura de la vida diaria.
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